¿Por qué el único destino es el de ser recatada princesa? ¿Por qué la máxima realización es despertar en brazos de un príncipe rescatador? ¿Por qué seguimos manejando, en los cuentos infantiles, un sólo modelo de familia, de escenario, de conducta, cuando los referentes sociales van cambiando a pasos agigantados?
Luis Amavisca, artista plástico y fundador de la editorial española Nube Ocho, vio cómo sus sobrinos de Canadá aceptaban con naturalidad que su tío fuera gay. En cambio los sobrinos del otro hombre de la relación, un libanés, ni siquiera podían llamarlo “tío”.
Esa experiencia familiar lo llevó a abordar las temáticas de la igualdad y la diversidad sexual en los niños, y qué mejor forma que con cuentos sobre princesas lesbianas y niños con padres homosexuales.
Es curioso observar cómo, en lo que se refiere al marco de los cuentos infantiles, se ha seguido trabajando durante mucho tiempo en torno a roles establecidos hace siglos: "¿Por qué seguir perpetuando unos cánones que tienen relación con expresiones de control y poder, sin preguntarnos de dónde vienen? -comenta al respecto Amavisca-. Hay que intentar cambiarlos, pueden estar bien pero siempre en un equilibrio histórico: no podemos seguir proporcionando de continuo esos malos referentes para los niños".
"Disney dibujó a su primera princesa negra hace unos pocos años, y probablemente por el tema de Obama -continúa-. ¿Cuánto habrá que esperar para que saquen una princesa lesbiana, por ejemplo? Se trabaja con una doble moral horrorosa: del imaginario de los niños se ocultan ciertos temas, cuando ellos aún no tienen el etiquetaje moral de los adultos. Yo tengo sobrinos libaneses, que es un país en el que la homosexualidad está prohibida, y entienden perfectamente que pueda existir el amor entre dos hombres. Para los niños no hay tabú, no hay problema".
"Disney dibujó a su primera princesa negra hace unos pocos años, y probablemente por el tema de Obama -continúa-. ¿Cuánto habrá que esperar para que saquen una princesa lesbiana, por ejemplo? Se trabaja con una doble moral horrorosa: del imaginario de los niños se ocultan ciertos temas, cuando ellos aún no tienen el etiquetaje moral de los adultos. Yo tengo sobrinos libaneses, que es un país en el que la homosexualidad está prohibida, y entienden perfectamente que pueda existir el amor entre dos hombres. Para los niños no hay tabú, no hay problema".
Con o sin dragones, con o sin elementos mágicos, para Luis Amavisca los cuentos infantiles deberían "reflejar vivencias como divorcios, adopciones, discapacidades o parejas homoparentales, que son cada vez más frecuentes, frente a un escenario único, un único modelo, que obedece a cánones en gran parte desfasados".
En sus dos primeros títulos, Egalité propone sendas invitaciones a la reflexión sobre la tolerancia sexual. En El lapicero mágico -ilustrado por Alicia Gómez Camus- la protagonista tiene dos papás y sus amigos, dos mamás. En La princesa Li -con ilustraciones de Elena Rendeiro- se nos muestra a una princesa oriental que ha de someterse a un matrimonio impuesto. Un enlace que va contra sus deseos porque sus deseos están, precisamente, junto a su enamorada: una chica occidental. En el próximo título de la colección, Nos trajo el mar, Luis Amavisca tejerá una historia en la que -además de la cuestión de la condición sexual- se van a incluir temas como la emigración o la adopción.
ilustración del cuento "La princesa Li"
Ilustración del cuento "El lapicero Mágico"
Como opinión personal estoy totalmente de acuerdo con este artículo, si, están muy bien los cuentos tradicionales de princesas que se casan con sus príncipes después de pasar diferentes penurias y/o aventuras, pero también estaría bien que se comenzaran a tratar en los cuentos temas de actualidad tales como los antes mencionados, la homoxualidad, divorcios o discapacidades. Este último tema (la discapacidad) se puede encontrar ya en numerosos cuentos, pero de los otros dos y ante todo del primero (la homosexualidad) la gente los ha convertido en casi un tema tabú para los mas pequeños y no debería ser así.